viernes, 1 de abril de 2011

VUELO


Ella camina por el sendero, al borde del acantilado. Mar hasta donde alcanza la vista, monte, olor a jara, un viento leve que refresca la mañana. De pronto, nota el hormigueo en los hombros. Sigue adelante, fijando una atención obstinada en los accidentes del terreno. Al fin, tras superar un paso difícil, se detiene. No puede seguir ignorándolo: cada vez es más intenso, apremiante. Hacía tanto tiempo… había llegado a pensar que, después de todo, era cuestión de voluntad vencerlo. Se había jurado a sí misma que no iba a volver a pasar. Pero aquí está, de nuevo, y se da cuenta, como siempre, como cada vez, de que no puede hacer nada para contenerlo: es más fuerte que ella, lo será siempre. Suspira, desalentada. Mira alrededor. Nadie. Sólo el viento, el sol en lo alto, cerca del mediodía, el mar por todas partes. Una sonrisa se insinúa en su cara. Después de todo, ¿por qué no? Se libra de la mochila, de las pesadas botas, de toda la ropa.  Se queda desnuda, quieta, con la vista fija en el horizonte, erguida, el viento desordenando su pelo. Abre lentamente los brazos y, con un grito de júbilo, se deja caer al vacío.

…Mucho más abajo, en una barca, un hombre interrumpe su faena  al oír el graznido. Eleva la mirada al cielo, a la gaviota que vuela, segura, hasta perderse de vista.